Y las mañanas, tan dulces...
Parejas prematuras, parejas ancladas en el tiempo, parejas que aún no sabían que eran parejas, ancianos y ancianas con sus manos llenas de historias y sus arrugas llenas de pasado buscando los triángulos del sol, soldados engalanados de prestancia, criadas de impoluto uniforme, institutrices con niños y niñas pulcramente vestidos, matrimonios con sus hijos recién nacidos, matrimonios con sus sueños recién gastados, solteros y solteras de miradas esquivas, solteros y solteras de miradas procaces, guardias, jardineros, vendedores..
El parque Steglitz rezumaba vida en los albores del verano.
Un regalo.
Y él la absorvía, como una esponja, viajando con sus ojos, arrebatando energías con el alma, persiguiendo sonrisas entre los árboles. Él también era uno más entre tantos, solitario, con sus pasos perdidos bajo el manto de la mañana. Su mente volaba libre de espaldas al tiempo, que allí se mecía con la languidez de la calma y se columpiaba alegre en el corazón de los paseantes.
Aquel silencio...
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